La ocasión lo merecía y los Lynyrd Skynyrd sonaban en el mp4, cazadora, gafas de sol y a pisar las aceras. Aquella tienda de segunda mano no me apasiona tanto, una clientela arrastrando sus enseres más queridos para malvenderlos y otros que prueban y/o roban baratijas, mientras apartaba vinilos infames y demás singles notaba los vaivenes de la gente que sin educación te empujaban porque les molestabas en su camino hacia la mediocridad. Nada, ni rastro de aquel single que debí comprar cuando pude. Voy a mirar en libros… nada, aquel antiquísimo libro ya no estaba. Salgo asqueado y mientras Tuesday’s Gone atrona mis tímpanos elijo el camino a seguir, la calle mayor de mi ciudad, a esas horas abarrotada de gente pendiente de sus quehaceres cotidianos, ancianos llevándose periódicos gratuitos de ocho en ocho y todo tipo de surtido humano que en un lunes a las once y media de la mañana no tiene nada mejor que hacer.
El paseo se interrumpe al ver el cartel de liquidación de una tienda de discos que yacía moribunda desde hacía tiempo. Empezó siendo una gran tienda que ocupaba tres de las cuatro plantas que tenía el antiguo centro cívico de la ciudad. Ahí recuerdo comprar novedades y libros relacionados con la música, pero la poca asiduidad del público fueron menguando su repertorio, pasaron a vender también carcasas para móviles y relojes hechos de piedra, así como películas y videojuegos y se limitaron a dos plantas, pronto dejaron de traer novedades y si llegaban era muy tarde, para entonces era una planta la que quedaba a merced de la suerte.
Cada cuanto me pasaba para rescatar algo que podías encontrar a buen precio, como un par de discos de Loquillo, el único disco de Pedro Andreu, quien fuera baterísta de Héroes del Silencio, a un precio irrisorio,… y alguna cosita más. Pero esta mañana al aventurarme dentro de la tienda y ver los restos de stock que tenían no pude evitar deprimirme un poco. Triunfitos coronaban las estanterías, unos como Bisbal o Chenoa tenían su ejemplar repartidos entre la sección de Pop Nacional y los estrellados quedaban arrinconados en su sección de Ocasión. Chavales que alguna vez en su vida tuvieron la idea de ser músico, montar un grupo y vivir de ello, nombres de pila impresos sobre fotos bizarras o de estudio fotográfico de barrio con títulos melosos. De algunos veías un par de ejemplares, en esas portadas el tiempo parece que se quedó en los ochenta y noventa aun poniendo año 2000 en la edición del artefacto.
Pero eran mínimas las expectativas de encontrarme con algo interesante, tras recorrer las estanterías y no encontrar nada me voy, sonrío a la dependienta y me marcho, justo un par de comercios más adelante se encuentra otra tienda que vivió sus buenos tiempos allá por los ochenta y noventa, Discos Beethoven, que ahora se limitaba a más o menos lo que la anteriormente citada tienda tenía, otra tienda tocada de muerte... El dependiente era un joven que llevaba tiempo trabajando ahí, muchachuelo que está casado con una antigua compañera de clase en mis tiempos de primaria. No entro, prefiero seguir caminando hacia la oficina de Correos para mandar un paquete urgente.
El calor se hacía notar y me desprendo de la cazadora que ahora colgaba de mi bolso. Apenas cuarenta y cinco minutos de haber salido de casa ya me encontraba algo apático y cansado y por que no, deprimido. A la vuelta pienso en un par de librerías, una de segunda mano donde un amable librero tiene de liquidación buenos ejemplares de obras literarias totalmente recomendables. Se me ocurre pasarme para echar un vistazo, al llevar a la puerta me la encuentro cerrada. Lástima. Voy hacia la otra librería, por el camino reparo en las numerosas tiendas de ropa regentadas por asiáticos, fruterías de autoservicio, casas de apuestas y compra-venta de oro que han crecido como setas donde antes había bancos o inmobiliarias.
Los Skynyrd van dando los últimos coletazos con Freebird, la ciudad que veo ante mis ojos está cerca de estrellarse como ya lo hizo el avión del grupo sureño. Me acerco a la librería, donde ahora hay mochilas y material escolar. Miro un estante giratorio de libros de bolsillo, ojeo algo antes de ser atendido. La biografía de Camarón editada por RBA se me presenta entre otros libros, me la llevo. RBA está haciendo un buen trabajo al editar biografías de figuras de la música como Johnny Cash, Miles Davis, Ray Charles, Woody Guthrie, el Chronicles I de Dylan…etc, el maestro Camarón no podía faltar y además mi interés por el despertaría hace unos años descubriendo viejos vinilos de mi padre. Ahora entre mis discos se encuentras obras maestras como Soy Gitano, La Leyenda del Tiempo y Como el Agua acompañado a la guitarra de Tomatito y el gran Paco de Lucía. En fin, a lo que voy; de la librería cojo la biografía de Camarón y pregunto por algo de Bob Dylan:
-¿Tarántula, de Bob Dylan? Por favor.
-Hmmm… ¿cómo? Voy a mirar en el almacén.
-Gracias.
-No, no tenemos nada de Dylan.
Salgo y mientras continúo caminando asimilo Carry On, dentro del Deja Vú de Crosby, Stills, Nash & Young. Las calles en obras cortesía del Plan E afean la ciudad y la gente, como antes he dicho, pendiente de sus cosas del día a día van hacia sus casas o hacia el bar de la esquina o quizás piensan en tirarse a la vía del metro de Madrid. El mal de esta sociedad, nos podemos cruzar con un asesino, un suicida o el próximo aspirante a político, la soledad del individuo aun estando rodeado de miles de personas. Mando un sms a mi novia, pronto estaré con ella lejos de aquí. Mis desgastadas Converse me guían hasta casa, donde la policía de nuevo ha estacionado un coche patrulla en una de las aceras de mi barrio, ya ni me sorprendo por ello, abro el portal y ni miro el buzón. Abro la puerta, enciendo el tocadiscos para que gire Pink Moon de Nick Drake, miro el correo y me alegra ver un e-mail de Rafa Domínguez (INK, Muy Poca Gente, Guisante), una llamada a las oficinas de Miguel Ríos en Granada, inspecciono el Facebook y tras el ritual, como algo.
Ahora frente al portátil terminando este escrito con un vaso de cristal lleno té rojo y una rodaja de limón, voy finiquitando la entrada de este mes, terminando lo que era un batiburrillo de ideas en mi cabeza y ahora tú estás leyendo sentado en la silla de tu cuarto, arropado del calor artificial que desprende el radiador y pensando si quizá tu vecino sea un suicida ahogado por las deudas o el futuro premio Nóbel de la estupidez.
Antes de despedirme totalmente, voy a dejar un consejo:
No pretendáis haceros amigos de las estrellas, quedaos detrás la barrera y no la crucéis. Los mitos son mitos y no queremos más ídolos caídos.
Y para este extraño mes…
Pink Moon de Nick Drake
Blood on the Tracks de Bob Dylan
Nebraska de Bruce Springsteen
Praire Wind de Neil Young
Swordfishtrombones de Tom Waits.
Charly.-
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