lunes, 21 de diciembre de 2009

Quadrophenia XIII - S.A.D.

Habían pasado dos horas escasas desde que se acostó y ahora se encontraba enredado con las sábanas y los fantasmas del mal augurio. Los párpados abiertos dejaban a los ojos escudriñar la oscuridad que tenía su habitación. Una vuelta, otra vuelta, de lado y hacia arriba; nada, imposible dormir. ¿Cómo era posible? Calculó a ojo el rato que se mantuvo dormido y las cuentas no le salían, tal vez fueran veinte minutos o… se pensó la opción de levantarse, pero ¿para qué?

El reloj del teléfono móvil marcaba las doce y media de la noche. Mirando hacia el techo enumeraba los acontecimientos del día, sus ojos, ahora acostumbrados a la oscuridad podían tener una visión más clara de la alcoba gracias a la luz de las farolas que iluminaban la calle. Un breve suspiro dio paso al retiro de sábanas y manta para después incorporarse y sentarse en la cama. Agarró los calcetines y se puso una camiseta, hacía mucho frío, pero aun así tenía la boca seca y pastosa. Fue hasta la cocina y se sirvió un vaso de agua, de regreso a su habitación levantó la tapa de su tocadiscos y dirigió la vista hacia la estantería repleta de vinilos. Quería seguir durmiendo, pero despierto, en una especie de estado cata tónico o limbo.
El termómetro marcaba menos tres grados centígrados y los cristales permanecían empañados, colocó sobre el plato el plástico que llevaba impreso en el label “Pink Moon – Nick Drake”, pudo haber seleccionado otros discos invernales como Actos Inexplicables de Nacho Vegas o Grace de Jeff Buckley o alguno que le trajera recuerdos pero mejor no, no quería recordar por el momento en aquella noche siberiana.

Su gata montaba guardia desde el umbral de la puerta dejando escapar pequeños maullidos.

Reclinado en la silla, contemplaba minuciosamente la portada del álbum, que al contrario que el sonido que atesoraba, aportaba una imagen surrealista que en cierto modo le recordaba a una postal de pesadilla creada por Dalí. Transcurridos algunos minutos, quince más o menos, dejó de mirar la portada y se dejó llevar por la música cerrando los ojos, exactamente con Things Behind the Sun. La simpleza de aquella grabación de Drake le daba a aquella noche el ingrediente idóneo para compadecerse de si mismo bajo el tormentoso teatro que actuaba noche tras noche en su cabeza, puntual, sin faltar a ninguna de sus actuaciones.

Aquella noche no cenó, no le apetecía pisar la cocina, a decir verdad tampoco almorzó por la mañana pero se sentía saciado y no necesitaba más que una aspirina y agua.

Tic-tac-tic-tac-tic-tac-tic-tac

Las agujas del reloj marcaban cada segundo, minuto y hora, tiempo que pasaba desapercibido y se colaba entre la luz artificial de las bombillas que lucían en una retorcida lámpara en el techo.

Clong-Clung-Clong-Clung-Clong-Clung

Eran las gotas de lluvia las que ahora tras terminar el LP daban su serenata nocturna golpeando el tejado y escurriendo por la ventana en una cristalina carrera hacia la extinción. Le extrañaba que no nevara pues la temperatura era muy baja, pero eso no ocurriría hasta el amanecer.

Tumbado en la cama mirando fijamente al techo pintado de blanco se le amontonaban las ideas y de puro cansancio el sueño pudo con el.

Cuando despertó nuevamente debido a un golpe seco que sonó al otro lado de la puerta
eran pasadas las cuatro de la madrugada, sin prisa por averiguar aquel estruendo y su procedencia prefirió mirar por la ventana que le ofrecía una fría estampa, fría y húmeda pero triste y deshojada. Un cielo anaranjado cubría los edificios que no le dejaban ver más allá, alguna calle si acaso pero poco más. Se olvidó del ruido que lo despertó segundos antes y tras apagar la luz se acostó.

Con las primeras luces del amanecer la nieve ocupaba las aceras, tejados y coches. No se sentía muy animado precisamente, arrastraba aquellos fantasmas y tuvo sueños un tanto extraños que no hicieron sino amedrentarlo un poco más.

Terminó de vestirse, se enfundó una bufanda de pata de gallo calcada a la que lleva Dylan en la desenfocada portada del Blonde on Blonde y salió a la calle. La escalera de su bloque le parecía tétrica y muy cuesta abajo, la luz amarillenta coloreaba de ocre las paredes de tonos beiges. Uno a uno fue bajando los escalones hasta salir por el portal y notar el golpe del frío. Miró a ambos lados de la calle y como era propio de el tiró por el camino que tenía en frente, calle arriba. En su cabeza iba dándole vueltas a cualquier tema que se le pasara en ese momento, consiguió desconectar de la angustia que la pasada noche lo tenía atrapado y ahora tenía la mente en blanco parcialmente.

Se cruzó con dos hombres de edad avanzada, calcula que unos cincuenta y muchos que hablaban del gobierno y la inmigración, entonces reparó en que olvidó el mp4 en casa y no podía taponarse los oídos mientras caminaba por la calle como acostumbraba, pero en lugar de volver a casa y encerrarse sin salir en un ataque de agorafobia siguió caminando hasta entrar en un bar para comprar tabaco. A pesar de las horas que eran para ser un día laborable estaba atestado de gente, miraban la gran televisión de plasma en donde aparecía el presidente del desgobierno mientras debajo una marquesina con letras correderas informaban sobre los vaivenes de la bolsa.
Una mujer apoyada en el carrito de la compra se gastaba las vueltas o quizás el dinero destinado a su idea principal en una máquina tragaperras, pidiendo cambio al tranquilo camarero que le daba cincuenta euros en monedas de uno. Un teléfono móvil suena con lo último en politonos, algún ídolo latinizado que a pesar de estar a tres bajo cero cantaba distorsionadamente a través del auricular sobre lo que brilla el sol encima del mar. Con el tabaco en el bolso salió por la puerta hacia la grisácea ciudad.

Tal y como el humo salía de su boca y nariz fue difuminando recuerdos de chicas que pasaron por su vida, recuerda a una joven de nariz respingona y con dos lunares en un pómulo que era fanática de The Beatles aunque no compartían Beatle favorito, el de ella era Lennon y el de el era George Harrison. Le viene a la mente otra muchacha bajita con la que compartió mucho tiempo que era amante del punk-rock aunque no le hacía ascos al rock y al pop… compartían nombre y mal recuerdo. Casi podía calificar esos pensamientos y sentimientos como lo hacía Rob Gordon en Alta Fidelidad pero no era su estilo aunque si amaba la obra de Nick Hornby llevada al cine por Stephen Frears y protagonizada por John Cusack.

Se hacía tarde aunque eran cerca de la una de la tarde pero ya estaba cansado de gente y más gente, además pronto sería Navidad y no hay cosa que más le repugne que personas que se llevan a matar el resto del año o hermanos a hostias por herencias terminen en nochebuena o nochevieja llenándose la cara de babas para luego volverse a sus respectivos agujeros criticando al “soplagaitas” del cuñado. Deliciosamente hipócrita.

El choque de las llaves creaba un tintineo hipnótico junto con el viento h
elado de aquella mañana. Entró por la puerta y cerró para no volver a salir jamás, ya había tenido suficiente. Del mueble-bar sacó una botella de ginebra que mezcló con tónica, el gintonic de la tarde que se convirtió en compañero hasta que perdió la noción del tiempo y quedó tendido sobre el sofá con su gata en el regazo que yacía dormida mientras sonaba Diecinueve.

Con viento del Este hiciste una cama, soplaste sobre ella para templarla y con el murmullo de tu voz de agua me cantabas nanas sin letra

Tic-tac-tic-tac-tic-tac-tic-tac
Tic-tac-tic-tac-tic-tac-tic-tac

Tic-tac-tic-tac-tic-tac-tic-tac


Amaneció un nuevo día, asomado a la ventana ataviado con una camiseta en la que ponía Kill Your Idols bostezaba.

Día uno, en pie…






A peQueÑo, por los discos invernales…



Charly.-



Para cerrar el año entre cava y besos de pegatina:

Loup Garou de Willy DeVille
La Tierra está Sorda de Barricada
Ball N’ Chain
de Big Mama Thornton
You Are There de Mono
Liquor on the Front
de Reverend Horton Heat